Memorias de viaje: de la ciudad al campo
- Jonathan Recillas (Agroindustrias)
- 21 sept 2018
- 5 Min. de lectura
Fueron extenuantes las semanas que los organizadores, Sergio Hilario Díaz y Andrés Bustamante Ortiz, profesores de la unidad de aprendizaje “Comunicación Profesional”, así como la Ingeniera Yehuseth Liliana Bastida Arriaga, estudiante de la maestría en “Agroturismo”; tomaron para planear de inicio a fin tan anhelado sueño, la realización del campamento: “Lectura y aventura” –por vez primera– como parte de las actividades académicas de “Abril, mes de la lectura”. El campamento tenía como objetivo acercar a los alumnos a lo natural, sacándolos a muchos de sus ociosas vidas de fin de semana, combinando actividades académicas relacionas a su área de estudio, entre ellas talleres de producción; así como actividades literarias y culturales que incluían foros de discusión, una obra de teatro y un concierto de jazz. La fecha esperada llegó.
Era joven y calurosa la tarde de aquel viernes 27 de abril en que los alumnos de las licenciaturas de Ingeniero Agrónomo Industrial e Ingeniero Agrónomo en Floricultura, esperaban a las afueras de la Facultad de Ciencias Agrícolas de la Uaemex, dispuestos a partir a tan misteriosa sede, en la cual se llevaría a cabo el campamento del que serían parte los próximos dos días. Dicha sede era el rancho San Diego Buenavista, municipio de Almoloya de Juárez, Estado de México, cuyos propietarios eran los padres de la Ingeniera Liliana.
Su partida se demoró algunos minutos, como no es poco usual, pero todo transcurría en aparente calma. Después de unos minutos de empezar su recorrido, la interrogante sobre qué ruta era mejor para llegar al rancho salió a la luz y al no haber entendimiento entre el profesor Andrés y el chofer, éste último tomó su propia ruta. Así es, como era de esperarse, el camino tomado fue equívoco.
Lo que en un principio parecía bonito cambió radicalmente cuando el Potrobus en el que viajaban tuvo que tomar una calle de terracería; pero esto solo era el comienzo. Unos kilómetros más adelante se encontraron con un camino de difícil acceso y bastante inclinado, y de la forma menos prevista y más sorpresiva, el “Potro” quedó varado. Los alumnos se vieron en la necesidad de desocupar el autobús para aligerar el peso.
De cualquier forma, su destino se encontraba a unos cuantos metros del lugar del incidente, por lo que la mayoría de los asistentes optó por caminar, cargando sus maletas, tiendas de acampar, cobijas y uno que otro objeto innecesario. Todos se fueron, excepto un grupo de valientes que decidieron quedarse a buscar la forma de desatascar el autobús. De alguna forma, precisaban irse todos para que el equipo trabajara de manera eficaz y unos minutos después el “Potrobus” se encontraba arriba. Éste equipo de “rescate”, con aires triunfales, arribó al rancho en el “Potro”. Los alumnos que se encontraban ya en el lugar habían terminado de armar casi por completo sus tiendas de acampar, y como primera muestra de hospitalidad, se les ofreció una rica agua fresca de guayaba.
Terminaron todos de instalar el campamento y se pusieron en marcha a un recorrido por las inmediaciones del rancho, encabezados por Andrés y Liliana. Durante el recorrido se les dio a los alumnos una reseña del lugar, se informó de sus principales actividades y se les llevó a avistar patos canadienses en algunos de los bordos aledaños al lugar. El hambre, mientras tanto, era cada vez mayor y los alumnos comenzaban a inquietarse; pero para su sorpresa, al regresar a la casa de los anfitriones les esperaba un rico pozole, que devoraron cual bestias, evidentemente por lo sabroso que éste era.
La noche cayó y junto con ella se avivó la luz y el calor de una fogata. Para hacer todavía más acogedora la noche, Andrés tomó la palabra y recitó ante los asistentes algunos versos de su autoría, versos que emocionaron a muchos y fueron el punto de partida para un concierto de jazz, ofrecido por Tré-jazz trío, que lograron hacer aún más agradable la lunada, acompañada de pan y café que se dio a los alumnos a sobremanera. La luna jugó un papel muy importante, ya que con su magnificencia hizo la noche, entre otras palabras, perfecta. Por desgracia, para esa velada tan maravillosa Sergio no los pudo acompañar, debido a que contrajo días antes una terrible gripa.
A la mañana siguiente, un asistente de los organizadores, de la manera más molesta (y estoy seguro que todos lo han de recordar) despertó a los alumnos a muy temprana hora para llevar a cabo las actividades deportivas programadas. Sinceramente, ello fue un fracaso, puesto que fue mínima la cantidad de asistentes. Hubo quien intentó consumar la actividad, y luego de reflexionar sobre la verdadera necesidad de continuar, decidió regresar a su “hogar temporal” a seguir descansando.
La hora del desayuno llegó y los alumnos degustaron de un menú tradicional que consistió en huevos de rancho a la mexicana, champurrado, leche y café. Al término de éste, se dispusieron a comenzar los talleres programados, repartiéndose entre los talleres agroindustriales de elaboración de queso, mermelada y shampoo –que se llevarían a cabo en las instalaciones del ICAMEX cercanas al lugar del campamento, asignándoles un lugar de trabajo poco convencional, provisto de una mesa, un fogón de tabiques, leña y lo mejor, al aire libre–, y el taller de agricultura sustentable, llevándose a cabo en el módulo de agricultura orgánica dentro de las instalaciones del rancho, donde se enseñó a realizar la preparación del terreno previó a la siembra de diversas hortalizas. Debido a la falta de asistentes, el taller de escritura creativa se pospuso para algunas horas más tarde.
Al finalizar los talleres, los alumnos se armaron de un equipo de pesca, fabricado por ellos mismos con hilo, anzuelo y plomo. Intentaron por un largo tiempo pescar alguna carpa en uno de los bordos aledaños al lugar, pero debido al poco éxito obtenido, uno de ellos decidió adentrarse a nadar y detrás de él le siguieron otros cuatro aventureros, convirtiendo el bordo en una alberca de nado, donde se llevó a cabo una competencia de velocidad.
El tiempo transcurría estrepitosamente hasta que llegó la hora de la comida. En ésta ocasión los alumnos degustaron de un rico mole con pollo y arroz, que se sirvió en abundancia hasta quedar satisfechos.
Una vez terminados los alimentos, los alumnos se prepararon para los foros: “Naturaleza y literatura” y “El difícil arte de la comprensión”. Se reunieron todos nuevamente en el sitio de la fogata y los foros tuvieron lugar, contando con la participación de los profesores organizadores, Sergio y Andrés, así como de algunos alumnos, dando a los asistentes tiempo de reflexión y participación. Mientras tanto, la fogata se preparaba para que, al término de éstos, los alumnos disfrutaran de su calor, al compás de una buena convivencia.
Al cabo de unos minutos, los alumnos fueron solicitados a las afueras de la casa de los anfitriones, donde un telón y una escenografía, con algo de imaginación fueron montados, para ser testigos de la obra teatral que lleva por nombre "Amor Descafeinado", ofrecida por la compañía Amaxayac Teatro. Fueron minutos de atención y calma los que tuvieron los alumnos, pues atentos miraban las diferentes escenas que los actores interpretaron. Si bien la obra es muy buena, un rasgo de desconcierto se creó al final, puesto que no les fue claro el mensaje que ésta intentaba transmitir. ¿Será que estaba incompleta?
Todos volvieron al fuego que acogedor y ansioso los esperaba, para seguir disfrutando de su convivencia, éste día más unidos que el anterior pues las actividades de la mañana les habían hecho sentir más cercanos los unos de los otros.
A la mañana siguiente se despertó a los alumnos a la hora del desayuno, dejando de lado la actividad deportiva programada para ese día, ya que, como se dijo, la del día anterior fue todo un fracaso. Terminaron sus primeros alimentos de ese último día y se dispusieron a recoger sus tiendas de acampar y demás pertenencias. Agradecieron a los anfitriones por tan esplendida atención y esperaron por un tiempo la llegada del “Potro” que los llevaría de vuelta a su realidad. Fue así como culminó tan bella experiencia, lejos de lo cotidiano, lleno de aventura, abundante en experiencia y digno de ser recordado.

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